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22/2/09

VICTOR EMILIO ROJAS HIDALGO

Fue uno de los pocos jugadores que supo combinar el fútbol con sus estudios. A sus escasos 22 años era titular indiscutible en la AD. San Carlos, Seleccionado Nacional y estudiante de Derecho en la U.A.C.A

Vistió la camiseta tricolor Nacional dos veces en categoría Juvenil y jugó con la selección mayor en el encuentro frente a Panamá en las eliminatorias a Moscú 80 junto con William Ávila, al final no fue escogido en la lista definitiva para el viaje a la URSS.

 

En categoría infantil jugó con el equipo Fast Cook (comida Rápida) de Ciudad Quesada. Este equipo era algo así como la categoría infantil del equipo de San Carlos, pues de ahí salieron grandes jugares para el equipo Sancarleño. Pese a las limitaciones de la época este equipo realizo una gira Internacional por Nicaragua, que en la actualidad esto no significa nada pero, en la actualidad sería algo así como, un viaje a Europa.

  En la primera y segunda división solo jugo con el equipo de sus amores, con el cual inició en 1973 en las posiciones de Centro Delantero y extremo derecho.

Fue conocido por sus dos apodos, “El Tostado Rojas” y “el  Cacao Rojas” los cuales la afición se los recordaba minuto a minuto durante los encuentros, en forma cariñosa.

Formó parte de aquel encuentro ingrato frente a Limón que impidió el ingreso a la primera división.

En ese encuentro solo se ocupaba un empate. Pero este mal recuerdo lo borra, con dos títulos Nacionales de la segunda división en forma consecutiva, siendo esto un record mundial para un equipo de fútbol. Se desconoce que algún otro equipo en cualquier rincón del mundo tenga entre sus trofeos dos títulos consecutivos en la segunda división..

Su disciplina lo llevó en la vida personal a ocupar una curul en la Asamblea Legislativa, como diputado del cantón de San Carlos, por el partido Unidad Social Cristiana y en la actualidad es un exitoso y respetado abogado en su siempre y querida tierra sancarleña.

 

JUEGOS OLIMPICOS MOSCU 80

Romper tabúes (comentario de Moyano Reina)

Comenzamos el trabajo en 1979, con un rosario de espinas y alegrías. Para entonces, la Selección era un auténtico tabú. Nadie quería nada con ella, por los fracasos de años anteriores. Pero hubo una gran fuerza de voluntad y unión entre jugadores, cuerpo técnico y unos pocos federativos, para sacar adelante la clasificación olímpica, una meta que algunos incrédulos creían inalcanzable.

El primer paso fue contra Panamá, con los dos partidos organizados en San José. Los resultados fueron 4 a 0 y 2 a 0, con tres goles de Gerardo Cebolla Gutiérrez y otros tres de Jorge Gugui Ulate.

Una vez superada estas dos presentaciones, el siguiente escollo fue Guatemala. El primer partido fue en el Estadio Nacional y perdimos, 1 a 2. Ahí se nos vino el mundo encima. Todos comentaron que una vez más Costa Rica no iba a ningún lado con su fútbol.

Entonces, llamé a tres nuevos jugadores: Wílberth Barquero, Wálter Navarro y Javier Zurdo Jiménez, quienes me confesaron su plena disposición al trabajo. José Manuel Chinimba Rojas, por su lado, era el capitán y gran jugador que me dio su cooperación total y su magnífico fútbol-arte para sacar la difícil tarea.

Nadie daba un cinco por nosotros en el partido de vuelta, en Guatemala. Los jugadores sacaron la casta y el caudal individual que tenían. Con gol de Róger Álvarez, ganamos 1 a 0 a los chapines y obligamos a un partido de desempate en El Salvador.

Otra vez triunfamos 1 a 0 -anotación de cabeza de Fernando Macho Montero- y dejamos eliminados a Guatemala, para pasar a jugar una triangular final frente a Estados Unidos y Surinam.

Los dos primeros juegos fueron en San José, donde ganamos a Surinam (3 a 2) y perdimos contra Estados Unidos (0 a 1). Las críticas y opiniones desfavorables se redoblaron en nuestra contra. Pero yo sabía hasta dónde podía llegar nuestro equipo, en los viajes a San Luis, Missouri, y Paramaribo.

Clasificamos a la primera Olimpiada de nuestra historia al empatar, 1 a 1, frente a Estados Unidos y volver a vencer, 3 a 2, a Surinam. El regreso al país tuvo un recibimiento apoteósico, francamente emocionante, después de pasar tensiones, zancadillas y malos ratos, hasta llegar a este ansiado boleto.

Conseguir los uniformes de gala fue toda una odisea, incluso no se sabía si podíamos participar en Moscú porque en la Fedefútbol no había dinero para los pasajes. Tuvimos que irnos por una aerolínea soviética y tardamos 27 horas en el viaje, por los distintos trasbordos que hicimos. Toda una epopeya, después de no saber si viajaríamos hasta el último momento.

Al llegar a la antigua Unión Soviética, para jugar en las ciudades de Kiev y Minsk, nuestros jugadores se vieron sorprendidos de la calidad de los estadios y de observar los voluminosos equipajes de las otras delegaciones.

El mismo hotel de cinco estrellas donde estuvimos hospedados era algo novedoso para ellos. Era un mundo desconocido y esto, sin duda, inhibió al grupo. Jugamos tres partidos y los perdimos en fila, contra iraquíes (0 a 3), yugoslavos (2 a 3) -anotaciones ticas de Jorge White y Omar Arroyo- y finlandeses (0 a 3), para ocupar el último lugar del grupo y del torneo.

A pesar de los reveses, fue una experiencia magnífica para todos. Cuando nuestros jugadores hablaban de los rivales, quedaba en evidencia el abismo que entonces existía con ellos, por el tipo de premios y el trato profesional que se les daba, además de su autodisciplina, para saber comportarse correctamente en la cancha y en su vida social.

Mientras las delegaciones de otros países guardaban un estricto régimen disciplinario, los nuestros hacían todo lo contrario: protestaban por las horas de levantarse y entrenar, comían cuando les apetecía y no había forma de meterlos en el baño sauna. "¿Para que sirve eso?", Me decían unos.

¿Qué implicaba eso? Indisciplina. ¿Había mala fe en el grupo? No, simplemente era desconocimiento total de lo que es un perfecto atleta profesional. Todo formó parte aquella vez de un aprendizaje necesario, por el cual el fútbol nacional debía pasar, en lo que oficialmente fue el bautizo costarricense en una gran competencia mundial.

Esa fue la opinión del Director técnico del seleccionado de fútbol que intervino en la Olimpiada de Moscú 80. Además, dirigió para Costa Rica otros procesos en el ámbito panamericano, mundial y juvenil y fue entrenador de la A.D. San Carlos.

Plantel olímpico del 80

Porteros: Julio Morales y Carlos Bismarck Duarte.

Defensas: Javier Michelín Masís, Mínor Alpízar, Ricardo García, Carlos Toppings, Carlos Pata Jiménez y Dennis Marshall.

Volantes: Róger Álvarez, Francisco Chico Hernández, Tomás Velásquez, Wílliam Ávila y Hérberth Quesada.

Delanteros: Jorge White, Omar Arroyo, Luis Neco Fernández y Marvin Obando.

Director técnico: Antonio Moyano Reyna (Español).


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