Era el ultimo encuentro del campeonato, el San Carlos F. C. tenía que ganar por dos goles de diferencia a Sagrada Familia y depender de una perdida de Turrialba, para poder ser Campeón Nacional de la segunda división.
Parecía que los azucareros estarían en la división de honor, así lo veían la mayoría de directivos de los norteños. Nadie quería viajar como delegado de los Toros del Norte.
La desolación era más que evidente, solo un hombre levantó la mano y dijo”yo voy como delegado del equipo”.
Llego el ansiado domingo, y a las cinco de la mañana frente al parque de Ciudad Quesada, jugadores y demás acompañantes lentamente subían al autobús. William Ávila con su maletín, tomaba asiento, Elmer Picado como siempre viajaba en el ultimo asiento para jugar, en el camino, “placas” así, uno a uno se acomodaban en el respectivo asiento.
Leonel Solís por su parte, fue el ultimo en subir, pues esperaba la llegada del tesorero del equipo, que le daría el dinero para el almuerzo y otros gastos de los muchachos, en su ultimo compromiso de la temporada.
El tesorero no se presentó, y con 35 colones en la bolsa, y ante la insistencia del chofer, Solís decidió viajar en esas condiciones. La preocupación era doble, tener que ganar y luego volver sin almorzar; situación que solo la sabía el delegado del equipo.
Durante la primera parte del encuentro, San Carlos perdía 1 x 0 y para el encargado de la alimentación en la delegación sancarleña, aumentaba la presión.
En la segunda parte y luego de palabras fuertes en el camerino, el equipo saltó al terreno, con las ganas y la fuerza que solo tienen los que juegan por verdadero amor a la camiseta, dejando en la cancha de Sagrada Familia “el alma” en la disputa de cada balón, empatando el partido. Con una mezcla de deseo, pundonor deportivo y sangre norteña.
El resultado empezó a variar, San Carlos se fue arriba en el marcador, mientras en el otro encuentro, Turrialba contra todos los pronósticos estaba perdiendo y con ello le daba la esperanza a los Sancarleños de ser campeones.
Aún ganando dos por uno, el resultado no alcanzaba, faltaba en la operación matemática un tanto más.
Los pocos aficionados presentes gritaban en la gradería, “vamos muchachos un gol más, Turrialba esta perdiendo” los simpatizantes con sus banderas o pañuelos en sus manos, no se sentaban ni un segundo, eran parte vital del encuentro, sus corazones palpitaban con un solo objetivo, ganar o morir.
El equipo estaba inyectado, Eduardo Quintanilla y William Ávila jugaban el mejor partido de su vida, más atrás, Matapin, Macho Agua Azul, Francisco López y Hernán Paniagua no dejaban ingresar el esférico al área del guardameta Picado, el que intentara pasar podría perder algo más que el balón.
El ansiado tercer gol llegó y con ello el Campeonato Nacional del 78. Los jugadores y cuerpo técnico se olvidaron del almuerzo, el deseo era llegar a San Carlos donde les esperaba un “mar” de gente para la celebración. Mientras que Leonel Solís volvía a su terruño con los 35 colones en su bolsillo sin gastar absolutamente nada.
1 comentario:
excelente historia Everardo!!! Qué buena historia!!!
Publicar un comentario